Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. 2 Corintios 1:3,4.
El dolor tiene un propósito. Siempre. Aunque no lo entiendas ahora; aunque las lágrimas te impidan ver los brazos abiertos de Jesús. Dios te consuela, para enseñarte a consolar. Fuiste colocado en este mundo con el propósito de ser un agente de consolación. Las personas sufren; lloran; se desesperan. No saben adónde ir en busca de ayuda. Y Dios te hizo un rayo de esperanza entre las tinieblas del dolor ajeno.
Pero, nadie nace sabiendo consolar; necesitas prepararte en la escuela del dolor. Es imposible entender el sufrimiento leyendo un libro o participando de un seminario. La única forma de aprender es sufriendo; solo entiendes el valor de una lágrima, llorando…
El versículo de hoy no dice que Dios te envía el sufrimiento; nada que te cause dolor proviene de las manos de Dios. Él es el manantial solo de cosas buenas. El problema es que vives en un mundo de dolor; el sufrimiento es la ley de este mundo de pecado. Sufren los malos, y sufren también los buenos.
Dios, entonces, toma el dolor y lo transforma en un instrumento de enseñanza. Viene y te consuela para que aprendas a consolar; después, te envía a fin de que seas un agente de consolación.
Dios los bendiga.
Jesus esta contigo!!!
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